Nos suena a veces extrano oir la palabra renuncia del papa, porque por tradición los papas mueren estando ejerciendo aún sus cargos, numerosos papas hemos visto a la largo de la historia que han «cumplido su labor papal» hasta el momento de su muerte.  Veamos qué otros antecesores de Benedicto han renunciado a sus importantes cargos y las escabrosas razones que los han llevado a ello.  Miremos algunas similitudes o más bien patrones numéricos con algunas fechas de sus renuncias…. 11 o 28, tal como Benedicto XVI, un número mágico y cabalístico que rodea a magos, druidas y servidores luciferinos

San Ponciano
 
Sucedió a Urbano I el 21 de julio del año 230. En el año 235, accedió a la
jefatura del imperio romano Maximino el Tracio, quien desató una persecución
contra, principalmente, los líderes de la Iglesia. El Papa fue desterrado a la
isla de Cerdeña. Tras dos años de muchas penalidades, murió en el año 235
(quizás el 28 de noviembre) ó 236 de penuria y sufrimiento o, según una
tradición, a garrotazos. Antes de su muerte, aunque no se sabe cuánto tiempo
exactamente (el 28 de septiembre del 235), renunció al
pontificado con la intención de despejar el camino para la elección de otro
papa. No obstante, no hay consenso en aceptar esta renuncia como un hecho
seguro.
 San Silverio
Una tendencia historiográfica sostiene que Silverio se vio
forzado a renunciar el año 537, quizá el 11 de noviembre, a unas pocas
semanas de su muerte. El Annuario Pontificio per l’anno 2002 acepta la
abdicación de Silverio al considerar que el pontificado de Vigilio se legitimó
tras la renuncia de aquél, con el reconocimiento de parte del clero romano,
sanándose de ese modo los vicios de la elección. Otros autores consideran a
Vigilio como antipapa hasta la muerte de Silverio. Según esta línea, Vigilio
abdicó cuando murió Silverio, y es cuando el clero romano, movido quizá por la
búsqueda de la paz y por temor a Belisario, lo eligió como Papa.
 
 Benedicto IX
El caso de Benedicto IX es complejo: en tres oportunidades ocupó
el solio pontificio. Su primer período como papa corre entre 1032 (el Anuario
Pontificio
oscila entre los meses de agosto y septiembre, sin precisar la
fecha; otra fuente da el 21 de octubre) y septiembre del 1044, cuando tiene que
huir debido a una sublevación en Roma contra los Tusculanos, poderosa
familia romana de la que él provenía. Los Crescencios, familia rival, lograron
que fuera nombrado, el 20 de enero del 1045, un nuevo papa: Juan, Obispo de
Sabina, quien adoptó el nombre de Silvestre III y que algunos canonistas
consideran antipapa, aunque otros le reconocen el derecho de figurar en la lista
de los papas legítimos y como tal consta en la lista de pontífices del
Annuario Pontificio.
Éste considera que el primer pontificado de Benedicto
fue interrumpido por la intrusión de Silvestre III. El segundo período se
da entre su llegada a Roma, el 10 de marzo de 1045, cuando depone y
excomulga como antipapa a Silvestre III, y su renuncia bajo presión, el
1º de mayo del mismo año. Benedicto abdicó en la persona de Juan
Graciano, su padrino, quién tomó el nombre de Gregorio VI (5 de mayo del 1045 al
20 de diciembre de del 1046), con la aceptación del clero y del pueblo romanos.
Los autores se dividen en la calificación de Gregorio VI como papa o antipapa.
El Annuario Pontificio lo incluye en la lista de los papas legítimos. A
los dos años de gobierno de Gregorio, tanto Silvestre como Benedicto seguían
pretendiendo derechos como pontífices. Por influencia del emperador Enrique III
se reunió un sínodo en Sutri (1046), al que fueron convocados Silvestre,
Benedicto y Gregorio. En el sínodo fue depuesto y abdicó Gregorio
VI, y se anularon los derechos de Silvestre y Benedicto (20 de diciembre
de 1046). Benedicto no se presentó, pero fue depuesto en un sínodo en
Roma. 
Celestino V
 
Pedro di Morone era un monje de origen campesino. Fue elegido
papa el 5 de julio de 1294, cuando contaba con ochenta y cuatro años de edad,
después de dos años de estar vacante la silla apostólica, tras la muerte de
Nicolás IV. Fue entronizado el 29 de julio del mismo año y el quinto papa que se
llamó Celestino. Gozaba de fama de santidad, y su elección fue celebrada
multitudinariamente. Pero pronto se dio cuenta de que no contaba con las
cualidades para el gobierno eclesiástico. Le faltó autoridad, seguridad,
capacidad directiva y fuerza para no ser manipulado por los grupos políticos.
Fue necesario debatir sobre la licitud y la conveniencia de la abdicación.
Finalmente, el 13 de diciembre de 1294, alegando ignorancia, incapacidad y ser
un hombre de maneras y lenguaje incultos, cambió sus vestiduras papales por las
monacales que vestía antes, todo ello en un consistorio (reunión de los
cardenales con el Papa). Entonces, se postró y pidió perdón por sus errores, los
que solicitaba a la asamblea cardenalicia que reparara eligiendo un digno
sucesor de San Pedro. Regresó a su convento. Bonifacio VIII, su sucesor, quiso
llevar al papa dimisionario a Roma tanto para que le ayudara a apaciguar la
oposición que su elección había provocado, como para evitar que sus adversarios
restablecieran al último en el trono papal. Celestino huyó, pero fue capturado.
Murió cautivo de Bonifacio VIII en una pequeña habitación del castillo de Fumone,
el 19 de mayo de 1296.
 
El caso de Celestino V reviste especial significación por tres
razones. La primera es que, mientras que en los anteriores casos existe
algún grado de incertidumbre en cuanto a si la renuncia o la deposición se
efectuaron o no, o a si fueron válidas, o a si hubo voluntad de abdicación, o a
si el papa lo era realmente, en el caso de Celestino no cabe ninguna duda. La
segunda
es que se trata de una renuncia absolutamente voluntaria. La
tercera
es que con esta renuncia, Celestino formalizó en el derecho canónico
la renuncia de los pontífices. En efecto, mediante un decreto, estableció la
legitimidad de la renuncia papal. Su sucesor, Bonifacio VIII (1294-1303), fue
quien profundizó en la regulación de la abdicación del Papa, mediante una
decretal (carta pontificia con fuerza de ley referente a dudas sobre cuestiones
canónicas), a la que pertenece el siguiente párrafo: “Nuestro antecesor, el Papa
Celestino V, mientras gobernaba la Iglesia, constituyó y decretó que el
Pontífice Romano podía renunciar libremente. Por lo tanto, no sea que ocurra que
este estatuto en el transcurso del tiempo caiga en el olvido, o que debido al
tema, esto se preste para futuras disputas. Hemos determinado con el cónsul de
nuestros hermanos que debe ser colocado entre las otras constituciones para que
quede perpetuamente en el mismo.”
 

Pío VII: una
renuncia firmada… pero no realizada

 
A Pío VII le tocó gobernar la Iglesia en los convulsos años de
1800 a 1823. Durante quince años tuvo que hacerle frente a Napoleón Bonaparte,
cuya política eclesiástica era de la subordinación de la Iglesia a su gobierno,
así como la extinción de los Estados Pontificios para incorporarlos a su
imperio. Cuando por deseo de Napoleón y para negociar con éste, Pío VII fue a
París a coronarlo como emperador en 1804, el Papa firmó su abdicación en
previsión de una captura por parte de Napoleón. La detención no se realizó en
ese momento, por lo que el Papa pudo volver a Roma y la renuncia no se llevó a
efecto.
Como se puede ver, muchos pontífices han abdicado, renunciado y dando paso a que otro «hombre de dios» rija los designios espirituales en la tierra… que sean los designios divinos o no…eso lo sabremos indagando a profundidad las oscuras manos que han regido el vaticano durante siglos.  Como se puede ver, solo mencionamos tan solo algunos «santos papas» que han renunciado, pero la lista es mucho más amplia y que nos ayuda a dar claridad de la renuncia del actual papa, la cual no es la primera, la única o la última renuncia papal en la historia de la iglesia católica

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