Kathleen Melonakos es miembro de la asociación de enfermeras de Massachusetts quien en su testimonio de agosto del 2009 compartió lo siguiente con base al tema del post relacionado con las prácticas homosexuales:
«Trabajé como enfermera durante varios años en los ochenta y noventa en el Centro Médico Universitario de Stanford, donde pude ver algo del daño que los homosexuales hacen a sus cuerpos con algunas de sus prácticas sexuales. Como consecuencia de esa experiencia presencial, admiro mucho el trabajo de NARTH en la investigación y tratamiento de la homosexualidad.
He estado preocupada durante largo tiempo por las serias consecuencias médicas que surgen como resultado de las actitudes de la afirmación gay que predominan en el Área de la Bahía de San Francisco. Por ejemplo, conocí personalmente a un dermatólogo prominente, un dentista, un ingeniero y un peluquero que murieron en sus cuarenta y pocos años de enfermedades infecciosas relacionadas con sus patrones de conducta homosexual. Sé de muchos otros que han muerto jóvenes como resultado de vivir un estilo de vida gay.
La co-autora de mi propio libro de referencia médica, Saunders Pocket Reference for Nurses, era la jefa del departamento de cirugía en Stanford. Estoy segura -a la luz de mi experiencia clínica, y como consecuencia de haber hecho considerables estudios sobre ello desde ese momento- que la homosexualidad ni es normal ni benigna; más aún, es una adicción letal de conducta, tal como subraya Dr. Jeffrey Satinover en su libro «Homosexualidad y la Política de la Verdad».
Por lo que yo sé, no existe otro grupo de personas en los Estados Unidos que muera de enfermedades infecciosas en sus cuarenta y tantos años, que el de los que practican la homosexualidad. Esto, para mí, es trágico cuando sabemos que la homosexualidad puede ser prevenida en muchos casos, o sustancialmente sanada en la edad adulta cuando existe suficiente motivación y ayuda.
Actualmente vivo en Delaware y trabajo junto a la Fundación de la Familia de Delaware para informar a la gente de los temas homosexuales. El Dr. Satinover exponía brillantemente en su libro Homosexualidad y la Política de la Verdad, la evidencia sólida e irrefutable de que existen consecuencias letales de vivir las características que definen la homosexualidad masculina -esto es, la promiscuidad y el contacto sexual anal. No era necesario para reconocer eso, que alguien cualificado en medicina, como Brian Camenker de Coalición de Derecho de los Padres dijera en TV nacional: «Una vida de sexo anal no es muy buena para el cuerpo.» El riesgo de cáncer anal se eleva para los que mantienen contacto sexual anal. ¿Puede rechazar alguien que el contacto sexual anal rompe el forro rectal de la pareja receptiva, con indiferencia de si se lleva puesto el preservativo, y que el contacto posterior con la materia fecal conduce a un conjunto de enfermedades?
Las enfermedades a las que los homosexuales activos son vulnerables pueden ser clasificadas como sigue: Enfermedades clásicas transmitidas sexualmente (sífilis); enfermedades entéricas (infecciones de especies Giardia lamblia, («enfermedad del intestino gay»), Hepatitis A, B, C, D y citomegalovirus); trauma (relacionado a y que tiene como consecuencia incontinencia fecal, hemorroides, fisura anal, edema penil y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Mi pregunta primaria es: «¿Por qué la homosexualidad no es considerada un desorden simplemente por sus consecuencias médicas? Hay mucha literatura que discuten la decisión de 1973 de suprimir la homosexualidad como diagnóstico (por ejemplo, el debate entre Joseph Nicolosi y Dr. Michael Wertheirmer en Un Desacuerdo En Worldviews.) Mientras estas consideraciones son importantes, parece como que podemos dejar de lado, por el momento, el debate sobre si la homosexualidad debería ser clasificada como desorden del desarrollo. Muy simplemente, parece que una persona objetiva, que tan sólo mire las consecuencias de estilo de vida de la homosexualidad, tendría que clasificarla como algún tipo de patología. ¿Conduce o no a una vida dramáticamente recortada? Los estudios dicen que sí, algunos hasta el 40%, siendo el estudio Cameron sólo uno de otros muchos estudios que sugieren esto. Tomados juntos, estos estudios establecen que la homosexualidad es más mortal que el tabaco, el alcoholismo o la adicción a las drogas.
Aunque ha habido un decrecimiento en las muertes por SIDA por año debido a la terapia de drogas, (que cuesta un promedio de 12.000 $ por paciente al año), el índice de nuevos infectados por año ha permanecido el mismo, unas 40.000 personas, a pesar de los veinte años de campaña de «sexo seguro». Estos hechos demuestran el fracaso de políticas actuales para contener la epidemia del SIDA.
No hay duda de que un análisis frío, y estadístico de esta epidemia te llevaría a creer que esta actitud de lo políticamente correcto está matando a una proporción sustancial de esta gente. Creo que hay un elemento de negación, en el sentido psicológico, de lo que las enfermedades relacionadas con el mundo gay realmente significan.»
¿Cuándo demandarán los doctores y otros trabajadores al cuidado de la salud que los oficiales de la Asociación Americana de Psiquiatría respondan a la clara evidencia en lo siguiente: La Homosexualidad y la Política de la Verdad: Los índices de mortalidad enumerados en sus propias «Guías Prácticas para Tratar a los Pacientes con HIV/SIDA»; y otros informes importantes, tales como la Monografía publicada por el Instituto de Salud Sexual, Implicaciones en la Salud de la Homosexualidad?
Para que no pensemos que los oficiales de APA justifican su abandono de las consecuencias médicas de la homosexualidad sobre la base de la orientación sexual no se puede cambiar, afirmamos que Robert Spitzer conocía en su documento de posición en 1973 sobre la Nomenclatura que «los métodos modernos de tratamiento gayparejagay_500.jpgposibilitan cambiar la orientación sexual a una proporción significante de homosexuales que desean hacerlo.» Él ha confirmado ahora el hecho de que la orientación sexual se puede cambiar con su estudio reciente. Sabemos que cambiar la orientación sexual sólo llegó a ser «imposible» en los noventa, como parte de una estrategia política de los activistas gays.
El fundamento de Spitzer y sus aliados para suprimir la homosexualidad como diagnóstico en 1973 era que para ser considerada un desorden psiquiátrico, «debe producir regularmente angustia subjetiva o estar asociada regularmente con algún deterioro en la efectividad o funcionamiento social. Claramente la homosexualidad en sí misma no posee los requerimientos para un desorden psiquiátrico, debido, como se afirma más arriba, a que muchos están bastante satisfechos con su orientación sexual y demuestran no tener deterioro generalizado en la efectividad o el funcionamiento social.» (Spitzer, et.al, p. 1215).
El hecho de que «muchos homosexuales estén satisfechos con su orientación sexual» falla al tomar en cuenta el número de homosexuales que no están satisfechos con su orientación sexual.» La supresión del diagnóstico no sólo es injusta sino cruel para aquellos que desearían buscar tratamiento para su condición.
Existen razones sin ambigüedad para pensar que la homosexualidad en sí produce «deterioro generalizado en la efectividad y funcionamiento social.» Sí de hecho es una adicción letal, y los muchos estudios que documentan los patrones de conducta son correctos (muestran patrones compulsivos de promiscuidad, sexo anónimo, sexo por dinero, sexo en lugares públicos, sexo con menores, drogas concomitantes y abuso de drogas, depresión, suicidio), para que la APA discuta que estas características no constituyen un «deterioro de efectividad o funcionamiento social», extiende los límites de la plausibilidad. Discutir que la muerte temprana no constituye un «deterioro de efectividad o funcionamiento social» es absurdo.
La APA declara que su misión es «promover un acercamiento bio-psico-social para comprender y cuidar a los pacientes, en todos los aspectos del cuidado de la salud, que incluye la prevención de la enfermedad» (Declaración de Objetivos Stategic de APA). Así, la APA viola sus propios objetivos cuando ignora la evidencia de que la homosexualidad en muchos casos puede ser prevenida y niega la terapia reparativa a aquellos que la quieren.
Sabemos que Ronald Gold de la Alianza del Activismo Gay, hombre abiertamente gay, era miembrgaycostarica.jpgo del comité para suprimir la homosexualidad como diagnóstico en 1973. Sabemos que los activistas gays estaban interrumpiendo encuentros, amenazando a doctores y utilizando otras tácticas de brazo fuerte para conseguir su propósito en aquel momento.
También sabemos que activistas homosexuales como el Dr. Richard Isay en la APA han presionado para conseguir resoluciones que castiguen a los terapeutas que lleven a cabo la terapia reparativa, y las amenazas de los juicios parecen ser la razón principal por la que la APA no ha puesto en práctica sus propósitos.
Sabemos que los defensores de la homosexualidad de la APA continúan suprimiendo el debate sobre el nuevo estudio de Spitzer que documenta que la orientación sexual se puede cambiar (y suprimiendo el debate sobre otros estudios de apoyo). También sabemos que homosexuales activos como Clinton Anderson, de la Asociación Psicológica Americana, rechazan permitir que NARTH entable un debate público o anunciar los encuentros de NARTH en las publicaciones de APA simplemente porque ésta no está de acuerdo con las premisas sobre las que se basa la terapia reparativa.
La decisión reciente de la Academia Americana de Pediatría de aprobar las adopciones por parte de gays es otro ejemplo preocupante de cómo la decisión de la APA de «normalizar» la homosexualidad ha tenido un amplio efecto desgranador. Los profesionales de la salud, especialmente, deberían prestar atención a la protesta de Dean Byrd en la página web de NARTH de que ya es hora de que los americanos «insistamos en la verdad, no en la política, de todas nuestras organizaciones profesionales.»
Otros enlaces:
Consecuencias en la salud de relaciones sexuales homosexuales: providafamilia.org/doc.php?doc=doc49291
Testimonio caminocatolico.org/home/testimonios/189-166